En recuerdo de Eduardo Lázaro Rueda.
Con el paso
de los cursos puede dejar de darte clase un profesor que aprecies mucho. Sin
embargo, sigues viéndolo por los pasillos, en otras clases, en la entrada o en
la cafetería. Le saludas cada día e incluso mantenéis una pequeña conversación.
Sigue estando ahí día tras día. Pero cuando nos deja para siempre solo nos
queda el recuerdo. Echas de menos cada saludo, cada buen momento que pasaste
con él, cada hasta luego.
Deseas que
sea una broma cruel y poder verlo de nuevo, pero, recorres los pasillos, te
asomas a las aulas, te acercas a la cafetería y no lo encuentras. Solo hayas
compañeros y profesores con una mueca triste, un vacío en el corazón y cientos
de recuerdos de él en sus mentes.
No es justo que se haya ido tan pronto. Pero no se
habrá ido del todo mientras lo sigamos recordando. Estoy seguro de que no lo
recordaremos solo como profesor o compañero, también lo recordaremos como
nuestro amigo.